La paz mental o, en otras palabras, el estado mental saludable, solo puede ser alcanzado cuando la mente se dedica por completo al trascendental servicio amoroso del Señor. El obediente hijo nunca actúa en contra de la voluntad de su padre, y, por lo tanto, vive muy pacíficamente, cooperando con el cabeza de la familia, el padre. En forma similar, puesto que el Señor es el padre, todos los seres vivientes, como hijos fieles, deben ejecutar plena y satisfactoriamente la voluntad del padre y los deberes que él prescribe.