Te alabo, Dios del cielo y de la tierra, Padre de bondad, porque me das un nuevo día.

Lléname de la sabiduría de tu Santo Espíritu para hacer lo correcto, aunque implique sacrificio, aunque exija esfuerzo.

A veces, Señor, las adversidades traen enseñanzas que son difíciles de entender o asimilar, pero tú, mi Dios, te gloríficas en cada una de ellas y las usas para moldear mi vida.

Abre mis oídos a tus palabras para acogerlas de tal manera que ellas sean mi guía. Confío en que solo tú tienes palabras de vida eterna.

Gracias Santa María Milagrosa porque a través de ti nos ha llegado la Palabra del Padre que es Cristo; enséñanos a escucharle y seguirlo.

Amén