A lo largo de nuestra evolución desde que vivíamos en los árboles hasta nuestra especie actual, los Homo sapiens, hemos sufrido diferentes adaptaciones. El conjunto de esas adaptaciones que más importancia tuvo fue la que nos permitió desplazarnos largas distancias de manera eficiente, ya sea caminando o a la carrera, haciendo que pudiéramos incluir de forma habitual en nuestra dieta animales cazados por otros, aprovechando la carroña o incluso cazándolos nosotros mismos. Estas adaptaciones para caminar también nos sirvieron para correr. Pero hoy nos centraremos en las primeras.
Estos cambios en nuestro cuerpo, que supusieron un cambio totalmente clave en nuestra Historia evolutiva, hizo que podamos decir sin ningún género de dudas que los humanos nacimos para caminar. Vamos a repasar estas adaptaciones clave para así poder entender la importancia de ese ejercicio, esa actividad fuera del entrenamiento, que para nosotros es andar.

Adaptaciones para andar
Adaptaciones que nos permitieron caminar de manera eficiente largas distancias. También nos ayudaron a correr, pero hay algunas más específicas.
Mirando nuestra evolución, hay un gran salto evolutivo, sobre todo biomecánicamente hablando entre el Australopitecus y el Homo erectus. El Australopitecus fue el primer bípedo, el Homo erectus caminaba de forma eficiente.

Los primeros pasos bípedos de un homínido. Estos Australopitecus andaron hace unos 3,5 millones de años sobre cenizas volcánicas, llovió y después se cementaron perdurando hasta nuestros días.
Antes de continuar, y dejar a un lado tanto nombre técnico, me gustaría apuntar que el primer humano, la primera especie del género Homo, fue el H. Habilis, el primero en fabricar herramientas de piedra, algo intermedio entre ambos, pero nos centraremos en H. Erectus por encontrarse en él las evoluciones para andar desarrolladas forma completa. (Si quieres ampliar información sobre este tema echa un vistazo a 89. El viaje evolutivo del simio al Homo sapiens)
Más que centrarnos en que si cierta adaptación aparece en una especie u otra, lo importante de todo esto, es que llevamos caminando más de 3,5 millones de años, y haciéndolo de forma eficiente, más de dos. Vamos a ver esas diferencias que nos permitieron a andar más lejos y con menos gasto energético.

Piernas más largas
Nuestras piernas se alargaron entre un 10 y un 20%. A parte de eso, también pasaron a ser más robustas. Ese esfuerzo extra al que estaban sometidas hizo que aumentara el tamaño de los huesos y las articulaciones. Algo parecido, aunque en otro orden de magnitud, al aumento de densidad ósea que ocurre cuando saltamos a la comba.

Pies
Dedos del pie más pequeños y arco plantar. Aún no se ha encontrado ningún pie completo de H. erectus, pero se ha deducido a partir de unas huellas de pisadas fosilizadas, en plan estudio de pisada cavernícola  :-)
Además teníamos el hueso del talón (calcáneo) más grande y robusto, preparado para los pequeños, pero repetidos impactos, de las caminatas. Enfatizo lo de caminatas, porque al correr descalzos (como hacían estos antepasados nuestros) anterrizamos de antepié y no te talón como suele ocurrir al correr con zapatillas amortiguadas. (Más información sobre esto en el artículo: Diferencias de impacto y pisada entre correr descalzos y calzados).

Adaptaciones al calor
Los cambios que hemos visto en piernas y pies tienen un carácter principalmente biomecánico, pero ahora nos centraremos en la clave: las adaptaciones que nos permitieron andar por la sabana africana de forma más refrigerada. Digo que son clave porque ser capaces de movernos en las horas centrales del día de aquel caluroso hábitat nos ayudó a sobrevivir y no sólo eso, sino a progresar.
En la hora de la siesta es mucho menos probable que un león abandone la sombra de la acacia donde está tendido para perseguir a un humano (con mucha menos carne que una cebra). Además tenemos ventaja si nos ponemos a perseguir a una presa durante estas ho...