Las empresas suelen ser fiel reflejo de cómo son las personas que están al frente de la mismas y, por desgracia, en nuestra sociedad occidental somos unos auténticos analfabetos emocionales.

Por tradición a la mayoría de los hombres -y que por desgracia somos más del 50% de los que estamos al frente de departamentos- nos han enseñado a reprimir los sentimientos positivos y exteriorizar los negativos como el enfado y eso es lo que acabamos transmitiendo a nuestra organización.

De esto es de lo que hablo en el episodio de hoy del podcast