Como el caso de Jean Vigo, hay muy pocos en la historia del cine. Sólo cuatro obras en apenas cuatro años, dos de ellas clásicos absolutos de la historia del cine, en una carrera que sólo fue ganando influencia en forma póstuma. Fallecido a los 29 años, a causa de una tuberculosis que lo acechó desde su juventud, Vigo se sabía operando con los minutos contados y quizás por eso desde sus primeros intentos con los cortos documentales À propos de Nice (1930) y Taris (1931), irrumpió con energía e imaginación desusadas en un principiante situado a caballo entre el tránsito del cine mudo al sonoro. La promesa de Vigo se reforzaría en 1933, con el polémico no-estreno de Cero en conducta —un filme de revolución escolar sin el cual nunca habrían existido Los cuatrocientos golpes, La guerra de los botones o If...— y más tarde el rodaje de L'Atalante (1934). Este último prodigio, artefacto que funde de manera indisoluble el melodrama de enamorados, el germen del realismo poético, una buena cuota de simbolismo, el arte insuperable de Michel Simon y sobre todo la idea de imagen cinematográfica entendida como enigma, como misterio, bien puede ser una de las obras capitales en el arte del siglo XX. Vigo no alcanzaría a enterarse de nada de esto, moriría, caería en el olvido, para luego —vía Henri Langlois, la Cinemateca Frencesa y los jóvenes de Cahiers du Cinéma— convertirse en inmortal. Sobre eso y más se habla en este podcast.