Los esfuerzos propios individuales no son suficientes para conseguir la perfección espiritual. La perfección de la vida no se consigue ni con el estudio de los Vedas, ni con la ejecución de sacrificios, ni mediante caridades, ni mediante actividades piadosas, ni por medio de severas penitencias. El factor esencial es siempre la Divina Gracia del Señor Supremo.