Los ciudadanos españoles hemos sido sorprendidos con el mandamiento judicial de cierre de Telegram, la aplicación de mensajería instantánea utilizada por más de 800 millones personas en el mundo.
Telegram nació en 2013, de la mano de los hermanos Nikolái y Pável Dúrov, como alternativa a WhatsApp, ofreciendo un cifrado de extremo a extremo que garantiza su total confidencialidad, pues nadie más que los usuarios pueden leer sus mensajes. Además, tiene unas funcionalidades que lo hacen único, como los chats secretos, con un cifrado exclusivo que proporciona una privacidad añadida. Así, han proliferado los grupos y canales privados, por los que circula todo tipo de información, incluyendo imágenes y vídeos.
Telegram ya está prohibido en países como China, Corea del Norte, Cuba, Irán o Pakistán; y ha estado temporalmente o parcialmente bloqueado en otros como Azerbaiyán, Baréin, Bielorrusia, Brasil, India, Indonesia, Irak, o Rusia. Los motivos para esta censura normalmente han estado relacionados con difundir críticas al Gobierno, alentar protestas antigubernamentales o circular ideas de la oposición. En definitiva, por propagar posiciones contrarias a las oficiales. También por difundir discursos de odio, como sucedió cuando el gobierno alemán ordenó el cierre de 64 canales.
En el caso de España, lo que ha llevado al juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz ha adoptar la decisión de suspender cautelarmente Telegram ha sido la denuncia presentada por los grupos audiovisuales Atresmedia, Mediaset y Movistar Plus+ por vulneración de derechos de autor, motivada por la difusión en la aplicación de sus contenidos audiovisuales.
Cierto es que Telegram no comparte información sobre sus usuarios ni las actividades que estos realizan, pues es uno de sus principales atractivos, un reclamo para captar usuarios, por lo que no se podía conocer la identidad de quien compartía los contenidos de los medios.
Ante esta anómala situación, y dados los antecedentes en otros países, cabe preguntarse si tras la decisión judicial hay algo más que un mero problema legal, que quizá se podría haber resulto de forma diferente. También surgen dudas en cuanto a las repercusiones inmediatas y al precedente que puede sentar.
Para analizarlo, contamos con Jon Palma, prestigioso analista digital y CEO en Tenthman (empresa especializada en la defensa digital, la acción digital y la captación y emisión de información estratégica), quien habitualmente presta sus servicios y experiencia en la comunidad de inteligencia.
Un tema que a todos nos afecta e interesa.