La rivalidad es una de las particularidades más emocionantes de nuestro deporte. Nacemos con ella. Pasa casi de padres a hijos y trasciende fácilmente los límites de la racionalidad. Aprendemos a temer al equipo de enfrente, miramos diferente a su afición, sus jugadores… sus triunfos se nos hacen pequeños y agigantamos sus fracasos. Así somos. Es una parte innegociable del ser hincha de un club, forma parte del contrato emocional que nos ata y une a nuestro equipo, sea el que sea. Un club del mismo barrio, de otro barrio, de la ciudad vecina, un poderoso rival de otra ciudad, un equipo que nos robó a tal o cual jugador… las posibilidades son infinitas. Hoy, en la locura de Bielsa, una mirada diferente a un clásico, hoy, el Derbi de Belgrado.