Era la mañana del 7 de agosto de 1912. Víctor Hess, un físico austriaco con espíritu aventurero, se preparaba para emprender el último de una serie de vuelos en globo. Sus motivos: experimentar con electroscopios a diferentes alturas.

En aquellos años los físicos se dieron cuenta que sus electroscopios se descargaban sin una explicación aparente con el paso del tiempo. Tenía que haber algún factor que no se estaba considerando. Se pensó que los elementos radiactivos presentes de forma natural en la corteza terrestre podrían ser los responsables de la descarga de los instrumentos.

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