Afirmar que Putin está loco es subestimarlo mucho y, de paso, estigmatizar a los locos, que en su mayoría nada tienen que ver con asesinos y psicópatas. El mal existe y no es una patología. Que no entendamos ni la estrategia ni las decisiones sádicas de algunos dirigentes no los convierte en dementes. Cualquiera que haya tenido contacto estrecho con maltratadores, sea a escala doméstica o global, aprende una dura lección: no hay nada que hacer con ellos más que denunciarlos si la ley nos ampara o alejarnos de ellos todo lo que podamos. Las mujeres sabemos muy bien de lo que hablamos.