Mary Shelley nació en un tiempo tenebroso. Aprendió a leer su nombre en una lápida. Guardaba el corazón de su marido en su escritorio. En Frankenstein, su novela emblemática, inventó un monstruo hecho de partes de cadáveres. Eran los años de la Ciencia, la luz de la Razón y el culto romántico a la Vida. Pero también había tumbas profanadas y quirófanos clandestinos. La gente creía en el desarrollo científico y al mismo tiempo tenía miedo. Algunos, como Mary Shelley, se animaban, a pesar del temor, a ir un poco más allá, en los libros y en la vida. ¡Ah, mis sueños, mis sueños luminosos como el sol! Poblaban el cementerio en el que estaba destinada a pasearme cuando era muy joven. De esa fuente se alimentaba mi esperanza. MARY SHELLEY, Diario, diciembre de 1834.
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