iOS 7 supuso una auténtica renovación estética en los dispositivos de Apple, Android L también lo será aunque en menor medida. Todos, o casi, aceptamos de buen grado las renovaciones de interfaz, la adaptación a patrones más modernos, evolucionados y estudiados pero hay muchos casos en los que es altamente contraproducente. Siempre se habla de […]


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iOS 7 supuso una auténtica renovación estética en los dispositivos de Apple, Android L también lo será aunque en menor medida.


Todos, o casi, aceptamos de buen grado las renovaciones de interfaz, la adaptación a patrones más modernos, evolucionados y estudiados pero hay muchos casos en los que es altamente contraproducente.


Siempre se habla de los niños y los ancianos como los sectores de riesgo frente a enfermedades pero en tecnología esto es más evidente si cabe.


Con 22 meses mi hijo maneja iOS y Android con soltura

Mi hijo tiene 22 meses, casi no sabe hablar pero maneja Android e iOS con soltura hasta el nivel que necesita. Él no sabe lo que es un launcher ni una app, no sabe que es el patrón de desbloqueo ni qué es el Play Store. Él sólo sabe lo que necesita y nadie le ha enseñado.


En el lado opuesto está mi madre, tiene 70 años y ya va por su segundo smartphone, un Moto G, con el que es feliz viendo cosas en Facebook, haciendo fotos y charlando con familiares y amigos por Whatsapp. Ella tampoco sabe qué es un launcher ni la Play Store, pero tampoco lo necesita.


Ambos hacen lo que quieren con sus dispositivos porque saben cómo deben hacerlo y donde deben tocar, si los sacas de ahí se limitarán a toquetearlo todo en el caso de mi hijo o a no tocar nada en el caso de mi madre.


Hacer una revolución total en un sistema operativo o en una aplicación puede hacer que algunos usuarios (sí, no son la mayoría ni su fuente de ingresos) pierdan totalmente la capacidad de usarlos. Cuando las cosas se hacen de manera mecánica y sin comprender la esencia de los mecanismos que llevan al dispositivo a hacer lo que ellos quieren, cualquier cambio de sitio de una barra de iconos, modificar un gesto o eliminar botones en pos de un diseño mucho más atractivo y optimizado, es sinónimo de caos.


Cuando actualicé el iPad a iOS 7, mi hijo tardó un par de días en comprender cómo se desbloqueaba porque desapareció el botón clásico de deslizar. Hoy he actualizado la aplicación que usa para ver sus dibujos animados y el cambio ha sido brutal, de una barra inferior con iconos que aparecía cuando se tocaba la pantalla ha pasado a una columna a la izquierda que sólo sale si se desliza de izquierda a derecha. El niño ha estado un rato tocando la pantalla repetidas veces esperando a que saliesen los iconos que tan bien conocía para poder cambiar de serie de dibujos, el pobre estaba frustrado.


¿Se deben hacer cambios estéticos en las aplicaciones?

Rotundamente sí mas con un «pero». Lo ideal es ir evolucionando y madurando un concepto, tal y como lo ha ido haciendo Android estos años, desde aquel Cupcake de 2009 hasta el nuevo Android L se han cambiado muchas cosas pero evolucionando, con sutiles cambios.



Cuando Matías Duarte fue fichado por los de Mountain View, todos nos prometíamos un cambio radical en la interfaz de Android, cambio que nunca llegó. No hemos visto un cambio brutal entre versiones pero si comparamos lo que hoy día es KitKat o será Android L con esas versiones Cupcake o Donut, nos damos cuenta todo lo que ha cambiado.


Para mi Android lo ha hecho fantásticamente bien en ese aspecto, no han tomado un nuevo concepto y lo han llevado a cabo sino que nos han ido llevando por un camino dirigido hasta llegar a lo que hoy día es Android.


 


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