Desde su primer e increíble plano-secuencia, esta película deja en claro que el color y el movimiento serán un envoltorio permanente de una historia autoconscientemente manida, la que a su vez envuelve un centro duro, oscuro y triste como el Rosebud del Charles Foster Kane. Los clásicos citados y homenajeados no están ahí para que escudarse en su grandeza sino para dar las pistas y el tono a una tragedia inevitable (privada y pública), cuya amargura es exacerbada por un perverso y perfecto "happy-ending". De eso, de Whiplash (2014) y de otras cosas, más hablamos en el podcast.