En 1972, un crítico de arte y ensayista relativamente conocido y bastante respetado en el medio inglés, realizó un programa pionero en lo que se refiere a divulgación cultural. El expintor John Berger, armado con el marxismo, el feminismo y las ideas de Walter Benjamin (entre otras), hizo una relectura radical de la historia de la pintura moderna (1400-1900) no con el afán de entregar conocimiento sino herramientas críticas, aplicables también al propio programa. Así de grande y generoso era John Berger.